La vida prehistórica se abre camino en Juarros (Burgos). Esta semana han nacido dos potrillos de Przewalski, caballos salvajes supervivientes del Pleistoceno, que se unen a los ocho que ya trotan por esas tierras. “Uno de los potros ha muerto y ya se lo han comido los buitres”, explica a Quo Fernando Morán, veterinario encargado del bienestar de estos animales que habitan en la reserva Pleistoceno Vivo, cuya apertura al público está en ciernes.

Estos caballos los descubrió en 1879 el naturalista ruso Nikolai Mijailovich Przevalski. Un siglo después el caballo había desaparecido de la naturaleza y solo vivía en zoológicos. La acelerada debacle fue producto de la descontrolada hibridación con caballos domésticos y las enfermedades que contraían por el contacto con ellos.Su apariencia física evidencia su origen pretérito: es más bajito de lo habitual en los caballos, es fuerte, robusto, con las patas cortas y la cabeza grande. El pelo es castaño amarillento, más clarito en la zona del vientre y más oscuro en las patas. Las crines están siempre de punta como una cresta, como los burros, y una línea negra recorre la columna vertebral hasta la cola. Y sus ojos llaman especialmente la atención: son achinados.

En Paleolítico Vivo trotan los caballos de Przewalski junto a otras criaturas que con los que compartieron vida hace miles de años, como los tarpanes, los uros y los bisontes.
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