Uno de los rastros más buscados por los investigadores policiales en el escenario del crimen son los pelos: el análisis de su ADN puede resolver el caso.
Pero no siempre sirven las muestras de vello corporal, pues resulta indispensable que conserven el bulbo piloso o la raíz. Además, ese método lleva su tiempo, lo cual puede ralentizar fatalmente la investigación y facilitar la huida del culpable.
Por eso, a veces no hay más remedio que recurrir a las técnicas tradicionales; es decir, analizar al microscopio los pelos recogidos y compararlos con los de los sospechosos. El problema es que sus resultados son menos concluyentes que los de las pruebas genéticas.
Un nuevo estudio sugiere tirar de un hilo que hasta ahora no se había tenido demasiado en cuenta: el tinte de pelo. Como explican los autores en la revista Analytical Chemistry, los investigadores deben llevar al lugar de los hechos un espectrómetro Raman, dispositivo óptico con tecnología láser que localiza minúsculos restos de drogas, explosivos, residuos de disparos y fluidos corporales.
El espectrómetro detecta enseguida si los pelos están teñidos, y que tipo de colorante ha sido utilizado, una pista que a la postre puede resultar decisiva.
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