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domingo, 15 de marzo de 2015

Nuestro segundo cerebro.

El aparato digestivo está tapizado por una red de neuronas (células nerviosas) que algunos científicos han denominado “segundo cerebro” y que representan El 70% de las neuronas del cuerpo humano. Ese cerebro, según estudios científicos recientes, influye en nuestro estado de ánimo, carácter y hasta en el ritmo de sueño.
Pero, ¿qué conexión existe entre los síntomas digestivos y los estados mentales? Dentro del aparato digestivo, sobre todo en el intestino delgado, existen multitud de terminaciones nerviosas de igual importancia que las que pueden constituir el sistema nervioso central. Este es el llamado segundo cerebro, que tiene una gran interacción con el cerebro ‘real’, por lo que contribuye a la formación de ciertas sensaciones y tiene un papel clave en los síntomas que pueden padecer algunos pacientes.
Michael Gershon, investigador de la Universidad de Columbia, en los Estados Unidos, y autor de The Second Brain, un libro publicado en 1999 y de referencia en las investigaciones sobre el tema, explica que, conocido técnicamente como sistema nervioso entérico, el segundo cerebro está compuesto por capas de neuronas ubicadas en las paredes del tubo intestinal, y que contiene unos 100 millones de neuronas.
El pequeño cerebro que tenemos en las entrañas funciona en conexión con el grande, el del cráneo, y en parte determina nuestro estado mental e influye en determinadas enfermedades que afectan otras partes del organismo. Además de neuronas, en el aparato digestivo están presentes todos los tipos de neurotransmisores que existen en el cerebro. De hecho, el 95 por ciento de la serotonina, unos de los neurotransmisores más importantes del cuerpo, se encuentra en el intestino.
Otra conexión entre el cerebro y el estómago que conviene tener en cuenta es que, según publicaba hace poco la revista Science, se tiende a un comportamiento más agresivo cuando se tiene el estómago vacío. Una de las razones es que la dieta es la principal fuente de triptófano, un aminoácido necesario para que el cuerpo produzca uno de los neurotransmisores que controlan las emociones a nivel cerebral, la serotonina. Y, por lo tanto, el triptófano y la serotonina disminuyen cuando no se come, incrementando la agresividad.

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